sábado, 31 de marzo de 2012

De Hamlet a Simba sólo hay un hakuna matata.


Qué sorpresa encontrarnos 18 años después una película que cambió la vida de muchos de nosotros: El Rey León, ahora haciendo gala de la tecnología en 3D. En esta nota no hablaremos de lo divertida que es la película o de cuanto lloramos la muerte de Mufasa, sino de algo que se ha convertido de cierta manera en vox populi pero no nos hemos detenido a analizar: las similitudes que hay entre la película de El Rey León de Walt Disney y Hamlet de Shakespeare.
Lo primero que seguramente nos viene a la mente es ¿Será que hay un entrecruzamiento de ideas entre estas obras o simplemente estamos ya predispuestos a encontrar glosas en todo lo que nos rodea? Borges diría que es normal, que los poetas de todo el mundo y todos los tiempos han recurrido a la misma colección de metáforas, ¿por qué no habrían de hacerlo también las películas? Yo considero que si bien, la literatura, la pintura, el cine y demás manifestaciones son producto de una época específica, se pueden reconocer ciertos rasgos semejantes entre una obra y otra a pesar del periodo de tiempo que las separe.
La manera de abordar esta comparación es a través de lo que se llama tópicos literarios, es decir, los motivos, rasgos o unidades de análisis que se han mantenido a lo largo de la tradición literaria y que van apareciendo y reapareciendo a través de la historia con diferentes matices. El primer tópico que trataremos es el del primogénito. En la tradición medieval el primogénito es el que recibe todos los cuidados y se le prepara desde que nace para su futura labor como monarca, en cambio, los hermanos segundos muy pocas veces llegan a ocupar el trono y casi siempre se les hace a un lado. En Hamlet el rey Claudio llega al trono al darle muerte a su hermano, el padre de Hamlet al igual que en la película, Scar elabora una trampa para darle muerte a Mufasa. Motivado por celos,  envidia o deseo el hermano del rey león lleva a cabo la traición de la cual se enterarán los príncipes herederos al trono y de alguna manera tratarán de vengar la muerte de su padre.
Junto con la idea del primogénito se encuentra la de la dinastía, en el sentido de que se trata de hacer sentir al heredero que forma parte de una larga tradición y por lo tanto no debe de tener miedo de tomar decisiones o del poder que su posición le otorga. Mufasa le cuenta a su hijo, a través de una muy bella metáfora, que las estrellas son los reyes que lo antecedieron y que lo cuidan cada noche; a Hamlet a cada momento se le recuerda que él es el heredero al trono, que no debe dejarse llevar por sus sentimientos de luto y que será él el que guiará a Dinamarca cuando su tío y madre ya no puedan hacerlo.
También, está presente el motivo del ciclo de la vida. A Hamlet su Madre, Gertrudis, le dice “pero debéis saber que vuestro padre perdió un padre, y ese padre perdido perdió al suyo” volviendo la pérdida en algo común y repetitivo a lo que debería acostumbrarse. En El Rey León se hace referencia a este motivo a través la canción “el ciclo sin fin que nos mueve a todos y aunque estemos solos, debemos buscar, hasta encontrar nuestro gran legado en el ciclo, el ciclo sin fin”.
           Ya que estamos en el ámbito de las canciones, vale la pena recordar “Hakuna Matata una forma de ser, Hakuna Matata nada que perder, sin preocuparse es como hay que vivir” que le cantan Timón y Pumba a Simba para que se olvide de sus penas y siga el consejo de “siempre hay que dejar el pasado atrás”. En este caso, podemos decir que guarda gran parecido con el consejo que le da Claudio a Hamlet de “No sigas para siempre, con apretados párpados, por entre el polvo, buscando a tu noble padre. Bien sabes que es la ley común que todo lo que vive ha de morir, ha de pasar a la naturaleza hacia la eternidad”, ambos tratan de que el protagonista siga con su vida sin pensar en lo que le ha ocurrido, casi como si fuera el Carpe diem de Horacio.
              Además, encontramos el tópico del somnis imago mortis, es decir, la comparación entre estar dormido y estar muerto, un momento de ausencia de la conciencia que menciona Hamlet en su famoso monólogo “Morir para dormir; no más; ¿y con dormirnos decir que damos fin a la congoja y a los mil choques naturales de que la carne es heredera? [..] Morir para dormir. Dormir, soñar acaso” y que es un poco ridiculizado cuando Timón y Pumba encuentran a Simba en el desierto y no saben si está dormido o muerto, si les conviene ayudarle o dejarlo ahí.

             El tormento amoroso es otro de los temas que comparten las obras. En Hamlet es muy obvio ya que Ofelia por el rechazo, desdén y desinterés de Hamlet se vuelve loca. Empieza a cantar y sus lamentos suenan trágicos y resignados para todos los personajes que la rodean. En cambio, en El Rey León, no vemos el sufrimiento de Nala cuando piensa que Simba está muerto pero si vemos cómo después de la premiada canción de Elton John, los dos leones se pelean porque Simba no quiere regresar y enfrentarse con sus acciones del pasado.

            Otro tópico es el de hombre de armas y letras, el cual implica una lucha interna del ser humano entre su pensamiento y su capacidad de acción. En este caso cabe mencionar el tan conocido: “Ser o no ser, de eso se trata: si para nuestro espíritu es más noble sufrir las pedradas y dardos de la atroz fortuna o levantarse en armas contra un mar de aflicciones y oponiéndose a ellas darles fin.” En este Hamlet reflexiona sobre el conflicto que lo aqueja y debe tomar una decisión, el mantenerse pasivo o iniciar acciones que lo solucionen.  Lo mismo le sucede a Simba ya que no sabe si volver a su hogar o seguir viviendo en aquel Oasis. Rafiki le dice a Simba que puede huir del pasado o aprender de él. 


Es en esta parte de la película en la que la semejanza es más obvia, ya que, tanto Simba como Hamlet tienen la oportunidad de dialogar con su padre muerto. El primero habla con el espíritu de Mufasa a través de su reflejo y una nube, resaltando la frase de Rafiki de “Él vive en ti” y con lo que se despide su padre “Recuerda quién eres”. A diferencia de Hamlet quien dialoga con el fantasma de su padre el cual le pide vengar su muerte. 

Por último, la disyuntiva entre voluntad y conciencia, las lealtades y la traición, la usurpación y la venganza está reflejada en ambas manifestaciones en tiempos muy distintos como ya dijimos, pero además para públicos con diferentes intereses. Hablamos de la diferencia de contextos entre Hamlet y la película animada de El Rey León, una visión renacentista en donde el hombre es el centro del universo en oposición a una idea de comunidad global, convivencia y alteridad casi romántica; de un gobierno imperial y de la democracia modelo. Pareciera que la interiorización de los valores no ha cambiado, que la traición sigue considerándose negativa pero claro, depende de qué traición estemos hablando. En la época de Shakespeare si bien se trata de una traición entre hermanos, se remarca la traición hacia el rey; en cambio, Walt Disney nos habla más de una traición secularizada y ‘democrática’ en un tono más familiar. Es una traición entre hermanos y en este caso sufrimos la muerte del padre no la del rey.
Tal vez en estas obras la técnica, el contexto y la intención oculta sean radicalmente distintas, pero comparten rasgos y motivos, una retoma de la otra los tópicos haciendo una transliteración al lenguaje cinematográfico respetándolo y al mismo tiempo modificándolo para un público radicalmente distinto. Una es una obra de teatro en la Inglaterra del siglo XVII, otra una película animada para niños del siglo XX. Las similitudes las comentamos, las diferencias las obviamos, pero ahora queda preguntarnos ¿Seguimos hablando con las mismas metáforas?
Rebeca Barquera

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